2 de febrero de 2014 (Cuarto domingo después de Epifanía) Notas tomadas del sermón del Reverendo Alberto Sánchez
Tema: las bienaventuranzas. Lecturas: Miqueas 6: 1-8 1ª Corintios 1: 26-31 S. Mateo 5: 1-12 Anteriormente a este texto habíamos visto cómo Jesús había pasado por la prueba de las tentaciones. En esa prueba Satanás le ofrece su camino para vivir, un modo más fácil de conseguir los objetivos, pero Jesús escoge seguir el camino de Dios. Es por eso que el sermón del monte enlaza con ese mismo tema, puesto que en él Jesús sigue explicando cómo es la forma de ser de Dios y su camino. Dios nos dice en todas las Bienaventuranzas que tenemos que ir a contra corriente. Si miramos cuáles son las tres cosas que más valoramos en nuestra sociedad veremos que son: éxito, fuerza y admiración (es decir, admiración que cada uno consiga provocar en los demás). Cuanto más éxito tengas, cuanta más fuerza tengas y más admiración provoques, más valor vas a tener en la sociedad. El que consigue todo eso es un hombre “feliz” según los parámetros sociales. Son valores que potencian el ego (no el “yo”). Pero Dios, como he dicho antes, no valora nada de esto. A eso me refería antes cuando decía que nos obliga a ir a contra corriente. Según hemos leído en Corintios, “lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”. Dios no escoge el camino “normal”, humano. El escoge el camino de la misericordia, la entrega por los demás y el respeto. Todo eso lleva al amor. Y escoger ese camino, el camino del amor tal como lo propone Dios, va en contra de la corriente que controla el mundo de hoy en día… y que siempre lo ha controlado. Todo comienza, según la Biblia, en Dios, en el Espíritu. Ese “Todo” de naturaleza espiritual tiene que seducir a nuestra alma. El Espíritu convence (seduce) a nuestra alma, y nuestra alma hace realidad eso que ha recibido espiritualmente en nuestra vida diaria. Así, los valores nuestros surgen de nosotros, de nuestros deseos. Los deseos de Dios surgen de Dios y se tienen que hacer realidad aquí. No es cierto eso de que hay que esperar a estar en el Cielo para ver cumplida la voluntad de Dios. El reino de Dios empieza aquí, con cada uno de nosotros. Eso es lo que se proclama en las Bienaventuranzas y comenzó con el mismo Jesús. Bienaventurados los pobres de Espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos: En esta Bienaventuranza Jesús no quiere decir que Dios está a favor de la pobreza, ni de los pobres. Habla de los pobres de Espíritu. ¿A qué se refiere? Habla de los necesitados de espíritu, aquellos que no se alimentan o dependen de su ego. Eso va en contra, como hemos visto, de la corriente actual, que busca la exaltación del ego. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación: Cuando alguien está sufriendo y recibe el abrazo de alguien sabe que a partir de ahí no va a estar nunca más solo. Eso cambia su perspectiva de vida. Consolar implica compartir la experiencia de dolor, frustración y angustia. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad: Cuando alguien recibía una herencia (una heredad) consistente, generalmente, en un terreno de cultivo, esa persona si era pobre había dejado de serlo. La tierra en los pueblos agrícolas es símbolo de riqueza. Pero ¿Qué es un manso? No es alguien que no protesta ni se rebela, es alguien que, pudiendo ser violento, no lo es. Podría ser un hombre de guerra, pero decide ser manso, y eso le hace manso de verdad, no como otros que lo son obligados por su debilidad o cobardía. El decide ser manso por misericordia, por humildad. La resignación no es mansedumbre, sino impotencia. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados: Se refiere a los que buscan justicia de verdad. En la Biblia, justicia equivale a integridad, y no necesariamente equidad. ¿Cómo puedes vivir esa justicia divina? Puede que nunca la veas (de hecho no la verás, porque es una justicia muy alta) en el mundo, puede que acabes asqueado de la falta de justicia que te rodea, La justicia/integridad vive en el interior de la persona. En el interior del creyente hay unos valores que se los ha dado Dios y él vive acorde con dichos valores. No nos dejemos afectar, por tanto, por cosas que dicen o hacen personas que no comparten ese entorno, nuestro mundo y sus valores. Es en nuestro entorno y en nuestro pequeño mundo donde debemos influir. No podemos cambiar el resto, aunque siempre nos queda la esperanza de contribuir un poco a cambiar las cosas con nuestra aportación particular. Todo gran cambio comienza en una persona y con una acción concreta. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia: Si tienes misericordia vas a recibir misericordia. Es una ley universal. Lo que siembras, recoges. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios: Para un judío el corazón era el centro del ser humano. Una persona de corazón limpio es una persona sin doblez. Y como no ve malas intenciones en nada ni en nadie, así es como ve el mundo: sin doblez. Si eres una de esas personas que has decidido, a pesar de los palos que te haya dado la vida, seguir viendo lo bueno que la vida guarda, te seguirá sorprendiendo que haya personas malas. Las personas con dobleces, con miedos, tienen temor de lo que les vayan a hacer, y no ven más que cosas malas que les pueden pasar. No disfrutan de la vida. Dios no promete eliminar la maldad, sólo que puede transformar lo malo en algo bueno. Las grandes historias de superación comienzan con alguien que decide ver más allá de lo obvio y esperar lo que ve. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios: No habla de pacíficos, sino de pacificadores: habla de aquellos que construyen la paz. Los pacificadores, los que activamente buscan eliminar la violencia de todo tipo, saben que si se meten en una pelea muchas veces son los que van a cobrar, porque en lo único que están de acuerdo dos en una pelea es que alguien tiene que sufrir. Y a propósito: ¿No es esto lo que le pasó a Jesús? Vino a poner paz, y le matamos. Pero lo cierto es que solo vas a conseguir paz si tú tienes la paz en tu interior. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos: No es que persigan a los que han hecho algo fuera de la ley, es que los que persiguen vivir según la justicia de Dios van a resultar perseguidos. Dios quiere justicia, integridad/bondad/armonía, “Shalom” en hebreo, pero los hombres nos conformamos con que no haya guerra, que no haya enfrentamiento. Toda esta idea se explica de nuevo en la siguiente Bienaventuranza: Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo: Buscar la justicia de Dios, su Reino, suele provocar rechazo en los que no desean encontrarlo. Mintieron sobre Jesús para conseguir su condena y así acabar con el problema. Así, siempre que mientan contra nosotros porque somos justos, porque seguimos el camino de Jesús, somos dichosos. Estamos en la senda adecuada. En la senda de la vida. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros. El versículo 12 es casi un versículo de sobra, debido a que se ha usado mucho para evadirse de la responsabilidad de hacer un mundo mejor y fomentar la resignación en los pobres y maltratados. Promete un premio en los cielos. Pero no nos engañemos. No es un premio para el futuro. El Reino de los cielos está aquí. No se trata solo de actuar egoístamente (es lo que alguno podría argumentar) y ocuparnos en cambiar solo nuestro entorno, como si el resto no nos importara. No. Como criaturas tenemos la responsabilidad sobre nuestro entorno, sobre las personas que hay en él. La Reforma protestante en esto ha sido muy visionaria en su momento. Nos dice que, cuanto mayor poder se tiene no solo hay más gloria y placer personal. Tener mayor poder significa, sobre todo, tener mayor responsabilidad. Y de nuevo voy a acabar citando un pensamiento del principio: tenemos que nadar a contra corriente, responsabilizándonos de lo que tenemos que responsabilizarnos, de nuestro entorno, sin pisar ni abusar con nuestro poder, porque el poder no está para abusar, sino para ser la puerta por la que Dios afecta a nuestro mundo. Todo lo que quede fuera de nuestra capacidad lo tendremos que dejar en manos de Dios, confiando que nuestra actitud contamine (en el buen sentido) a la sociedad y que ésta se vuelva, gracias a nuestra actitud, un poco más justa (entendámonos: “justa desde el punto de vista cristiano: amorosa, misericordiosa, pacífica…). Que así sea.
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