Celebración eucarística: Domingos a las 11:00h - ¿cómo llegar?

¿Que creemos?

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¿En que creemos?

El Cuadrilatero de Lambeth fue aprobado en la Conferencia de Lambeth de 1888. Son cuatro elementos fundamentales de la fe que unen a todos los cristianos.

  1. Las Sagradas Escrituras: compuestas del Antiguo y Nuevo Testamentos, contienen todo lo necesariopara la salvación, y son la regla y autoridad máxima en los asuntos de la fe.
  2. Los credos: el Credo de los Apóstoles, como símbolo bautismal, y el Credo Niceno, declaran de una forma completa y suficiente el fundamento de la fe cristiana.
  3. Los sacramentos: dos son los Sacramentos ordenados por Cristo, y de los que Él mismo participó: El Bautismo y la Comunión, que debe ser administrada siguiendo las palabras con las que Él la instituyó, y usando los mismos elementos por Él ordenados.
  4. El episcopado histórico: adaptando su administración a las necesidades propias de cada nación, y de las personas que el Señor ha llamado a la Unidad de la Iglesia.

Las Escrituras

La Biblia contiene el plan divino de salvación para los hombres, esto es, todo lo necesario para la salvación. Todos sus libros contienen y recogen la interacción entre Dios y la raza humana, desde el origen de su existencia, hasta el comienzo de la era cristiana. La Biblia nos dice tanto sobre la humanidad y su forma de ser, como sobre Dios y su carácter.

La Biblia es la palabra inspirada por Dios, esto es, Dios causó que fuera escrita de tal forma que noso­tros experimentamos la presencia divina en ella, tanto al leerla como al escuchar su lectura.

La Biblia es el libro de la Iglesia, porque fueron sus líde­res quienes, inspirados por el Espíritu Santo, determinaron qué libros formaban parte del canon de las Sagradas Escrituras. Por otro lado, es la misma Iglesia la encargada de interpretar su contenido bajo la inspiración del Espíritu Santo. Pero eso no elimina la realidad de que el creyente puede aprender de ella a través del estudio personal. Todos los creyentes deben estar involucrados, tanto en la lectura pública, como privada, de la Escritura.

Los Credos

El resumen de la fe cristiana se encuentra en los credos Niceno y de los Apóstoles. Es la fe de la Iglesia, la revelación que nos dio Dios, a través de Jesucristo. Los credos son, por lo tanto, toda la doctrina que necesita el cristiano para la salvación, asumida y trasmitida por la Iglesia.

El Credo de los Apóstoles es original de la época apostólica. Posee una estructura basada en declaraciones en forma de respuestas a unas preguntas concretas, realizadas a los candidatos al bautismo, o a sus padres y padrinos, en el caso de niños.

El Credo Niceno fue redactado por el primer Concilio de la Iglesia que tuvo lugar en Nicea, en el año 325. Es una declaración de fe mucho más completa que el Credo de los Apóstoles. Enfatiza la divinidad de Cristo nuestro Señor, y la acción del Espíritu Santo. Este Credo se usa en la comunión, porque es una declaración de fe que fue redactada por una congregación de fiel­es. Por eso su forma original es en plural, “Creemos…”

El Credo de Atanasio es un documento histórico usado ocasionalmente por algunas iglesias miembros de la Comunión Anglicana, pero no por la IERE. En palabras de nuestra liturgia: “El Símbolo de Atanasio lo admitimos porque contiene una verdadera definición de la fe católica, mas no lo consideramos adecuado para el Culto público, ni en tal manera lo usó la antigua Iglesia Española.”

Los credos de los apóstoles y Niceno son una declaración de fe aceptada por toda la Iglesia.

Los Sacramentos

Los sacramentos son signos visibles externos de la gracia espiritual e interna que nos ha dado Cristo.

Ser cristiano no es sólo creer en la muerte redentora de Dios a través de Cristo. La persona debe formar parte de una comunidad. Es allí donde se concreta la obra redentora de Cristo, porque la reconciliación y el amor de Cristo se hacen reales y desarrollan personalmente en comunidad.

Los sacramentos ratifican, aceptan y comunican públicamente los sentidos personal y social de la salvación cristiana.

En el Bautismo la persona nace en la familia de Dios, que es la Iglesia. El rito tiene forma de un pacto bilateral, que el candidato o sus padres y padrinos, realizan con Dios. Por su parte, Dios se compromete a perdonar los pecados, y que la persona comience una nueva vida de gracia como miembro de la casa de Dios, por parte del candidato, éste acepta a Jesucristo como su salvador, y promete tenerle y seguirle como su Señor.

La Eucaristía realiza en nosotros un trabajo de fortale­cimiento espiritual, o debilitamiento implícito, si se participa de ella indebidamente.

En ese sacramento, el Cristo resucitado viene a nuestro encuentro. El está presente cuando sus fieles se reúnen a SU mesa, aunque no sabemos exactamente CÓMO se realiza esa presencia. Creemos que se trata de una presencia espiritual que nos nutre, no el mero fruto de nuestra imaginación. Ese es el santo misterio de la eucaristía como es llamado en la oración de acción de gracias al final de la celebración.

“Gracias te damos, oh Dios todopoderoso, porque te dignas apacentar a los que hemos recibido dignamente estos santos misterios, con el alimento espiritual del muy precioso Cuerpo y Sangre de tu Hijo nuestro Salvador Jesu­cristo, asegurándonos por ello de tu favor y bondad para con nosotros…”

El Ministerio Ordenado

La sucesión apostólica es importante y forma parte del Cuadrilatero de Lambeth.

En el Credo niceno, la palabra “católica” nos recuerda la universalidad de la Iglesia a través de los siglos, y la palabra “apostólica” que los obispos son los sucesores de los apóstoles, y nos sirven de nexo de unión con la iglesia primitiva. En eso consiste el episcopado histórico.

El rito solemne de ordenar a las nuevas generaciones de clérigos se ha mantenido sin interrupción. En él, con la imposición de las manos y la oración, el candidato recibe el reconocimiento y la autoridad para ser un diácono, un presbítero, o un obispo, en la Iglesia de Dios.

En la cúpula de la estructura episcopal, encontramos al obispo, que es el pastor principal de una diócesis, y de cuyo ministerio derivan los demás ministerios de la diócesis. El obispo es el guardián de la fe, el responsable de que el Evangelio sea proclamado veraz e íntegramente. Es el administrador de la disciplina en la Iglesia, comprueba que la liturgia oficial es usada en la diócesis, y preside las celebraciones litúrgicas.

El presbítero es el líder espiritual de una congregación; tiene autoridad para proclamar el Evangelio. Administra los sacramentos, bendice y perdona en “Nombre de Dios”, y también actúa como pastor,

maestro, y consejero de las personas confiadas a su cuidado.

El diácono es un ministro ordenado que asiste al obispo, o a un párroco. Su actividad principal es ayudar a los necesitados, pero también ayuda en la administración de los sacramentos y puede predicar. Generalmente, éste es un nivel del ministerio ordenado que lo general se detenta temporalmente, siendo el diácono ordenado presbítero, al cabo de un año.

Para los anglicanos el mensaje del evangelio de Dios permanece inmutable.

La Buena Nueva de Dios para los hombres en Cristo sigue siendo que el Padre celestial ama tanto a la humanidad que ha enviado a su Hijo para que nos muestre cómo tener una vida abundante y que murió por nuestros pecados, para que nosotros podamos tener una vida eterna.

Ése es el mensaje que ha sido proclamado a través de los siglos a las personas y naciones por todo el mundo.

Pero el mandato del Señor de ir en su nombre por todo el mundo no está reservado al clero y los misioneros, sino que va dirigido a todos los cristianos bautizados. Más aún, el principio de “santificación del trabajo” continúa siendo válido, y por él, muchos cristianos dan testimonio del poder salvífico de Dios desde y a partir de su rutina diaria. San Pablo describe este ministerio en 2 Corintios 5:20.

Para más información sobre nuestra doctrina, por favor descarga la Declaración de Doctrina en formato PDF

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