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De mi propia pluma (comentarios de un cristiano sin formación)

Comentario sobre Lucas, 13; 20-21:

Antes de empezar a escribir, es conveniente explicar.

Así, de mi propia pluma. A lo loco, como se dice hoy en día. Un poco sin pensarlo o pensándolo poco. Así es como voy a escribir este comentario sobre este texto de Lucas (autor que me gusta mucho por su estilo y claridad).

No pretendo ser un experto (ya digo más arriba que no tengo formación, al menos la suficiente). Puedo equivocarme, pero quiero mostraros así, en pequeñas píldoras, qué me sugieren algunas lecturas que leo por la mañana antes de irme a trabajar. Y lo hago porque necesito escribir mis pensamientos, por eso nada más. Así, con mi propia pluma. De mi propio caletre.

Si a alguien le sirve, bienvenida sea la idea, y si no… por lo menos me habré desahogado. O sea que allá voy.

En este texto Jesús nos dice que el reino de Dios es semejante a la levadura que cogió una mujer para fermentar tres medidas de harina. No sé cuánto será eso, pero sin duda será mucha cantidad de harina. Me imagino a la mujer metiendo la levadura en tres sacos enormes de harina que guarda dentro de su casa, en una bodega fresca y seca situada en el fondo de la vivienda. Mete la levadura para que fermente y espera el resultado. Y la harina se hincha, se hincha, sale de los sacos, inunda la casa, todo lo llena, todo lo revienta… Así es reino de Dios. Es una fuerza natural que puede reventarlo todo.

Si la dejamos actuar.

Porque no hay dique más eficaz contra el reino de Dios que decirle que no. No hay fuerza más grande que evite que avance que nuestra propia voluntad de no ayudarle. Pero si le ayudamos, romperá estructuras, moldes, maneras de pensar y de ser. Te romperá por dentro y te hará nuevo.

En otra parte del evangelio Jesús compara su buena noticia con una tela nueva, que si se pone en sacos viejos para remendarlos tira de ellos y los rompe. Es una imagen muy parecida. No se puede servir a las estructura antiguas, que no van con Dios, porque su modo de ver el mundo está en oposición con los valores divinos. Y habrá tirantez hasta la ruptura.

Estas imágenes de la harina que crece, de la tela que se rompe, nos representan el enfrentamiento con todos esos valores. ¿Estamos preparados para cambiar? No es la Iglesia quien lo pide, es Jesús, es Dios.

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