De mi propia pluma (VI)
Lc 22, 35-38, Jesús, confusión para sus discípulos:
Si nunca habéis parado mientes en lo que dice este fragmento, no os lo perdáis. Leedlo, y puede que os sorprenda. A mí me sorprendió durante muchos años, porque parece que contradice todas las enseñanzas de Jesús y su estilo de vida. Pareciera que Jesús, en los últimos momentos de la última cena, se hubiera vuelto loco y animara a sus discípulos a luchar violentamente por el Reino. Durante muchos años estuve obsesionado por estos versículos, incapaz de hallarles lógica, los planteaba a mis amigos como desafío, como misterio inescrutable de la Biblia, como enigma que no lograba entender y que, posiblemente, nunca entendiera.
Si leemos el fragmento paso a paso, podríamos dividirlo en tres partes. En la primera (v. 35) les pregunta si, cuando les mandó sin bolsa ni alforja, les había faltado algo, y ellos reconocen que no. Parece una parte introductoria, en la que Jesús les va a enseñar cómo confiar en la providencia divina. En la segunda (vv. Trinidad interactive map 36-37) el tono cambia repentinamente. Jesús parece volverse belicoso, y les dice (o eso parece) que vendan la bolsa y la alforja para comprar una espada, porque va a acabar como un inicuo, un maldito. Parece que les está aconsejando que se defiendan, y que defiendan sus ideas violentamente. Por último, en el versículo 38, sus discípulos, respondiendo a su supuesto requerimiento, le traen dos espadas y él dice un cortante “basta”.
No me voy a parar a comentar el sorprendente hecho de que los discípulos tengan espadas. De eso se ha hablado, y mucho, y no es eso, curiosamente, lo que más me llama la atención del texto. Tampoco me voy a detener en dilucidar si el cortante “basta” de Jesús es una imperiosa orden que demanda silencio y calma, algo así como un “no habéis entendido nada de lo que quiero decir” o un desconcertante y aquiescente asentimiento, algo así como un “serán suficientes dos espadas para defendernos”. Baste decir que yo siempre me he inclinado más porque Jesús les estaba echando la bronca a sus discípulos, antes que porque les estuviera animando a tomar la justicia por su mano.
Lo que siempre me ha desconcertado son las inquietantes palabras de los versículos 36 y 37. Porque, insisto, parecen echar por tierra todo lo que Jesús había defendido hasta entonces. Lo cierto es que nos falta el tono, el ánimo con el que las pronunció Jesús y su clara intención (eso, inevitablemente, se pierde en la noche de la transmisión boca a boca y de la tradición, que guarda las palabras, pero no su sentido). http://www.iglesiadelatrinidad.org/de-mi-propia-pluma-vi/Sin duda, el tono de Jesús sería algo así como: ¿Pero qué queréis con vuestra actitud de prepotencia, vuestras discusiones sobre quién es el que va a mandar, vuestra confianza en un mesías militar? ¿Es que no habéis aprendido nada? ¿No os envié sin bolsa ni nada y Dios proveyó? ¿Qué queréis ahora? ¿Defenderme con espadas? ¿No os dais cuenta que tengo que morir como un proscrito? ¿Qué pretendéis hacer usando la violencia? Eso no hará más que darles la razón a los que me quieren matar. No habéis entendido nada.
Y, en efecto, no habían entendido nada, porque sus mentes seguían embotadas, porque todavía no había llegado el momento de entender.
No Response to “De mi propia pluma (VI)”