Celebración eucarística: Domingos a las 11:00h - ¿cómo llegar?

De mi propia pluma (VII)

Lc 23; 27-31 No somos más que leños secos:

 

Cuando Jesús iba camino de la cruz, muchos lo acompañaban. El texto dice que, dentro de ese grupo, destacaban unas mujeres que se lamentaban mucho y lo lloraban. Jesús, al parecer conmovido por sus llantos, se volvió a hablarlas y les dijo que no debían llorar por él. El texto es de sobra conocido, pero a mí me llama sobre todo la atención la parte en la que les dice que si esto se hace en el leño verde, ¿qué no se hará en el seco?

Jesús contrapone en su lamento dos leños: uno verde y uno seco. Parece ser que él se identifica con el leño verde. En efecto: un leño verde está lleno de agua, de vida, y no sirve para ser quemado, porque echa mucho humo. En este sentido, el leño verde, identificado con Jesús, podría ser una buena imagen. ¿Quién sería, pues, el leño seco? Parece evidente que nosotros, sus discípulos, somos el leño seco, hemos perdido la vida (el agua) y estamos preparados para ser echados al fuego.

Esta imagen del leño seco, sin vida, me hace meditar sobre muchas cosas. Porque, demasiadas veces, se oye hablar a cristianos orgullosos de serlo, y no se dan cuenta que, con esa actitud de prepotencia basada en  lo que son, en lo que han conseguido ser, son muy parecidos a lo que se dice de la iglesia de Laodicea en el Apocalipsis. De ella dice el autor del Apocalipsis que cree que es rica y que no le falta nada, y no reconoce que es pobre, y ciega y desnuda. Si nosotros, los cristianos, hemos sido rescatados mediante el doloroso pago de la muerte de Jesús no debemos enorgullecernos de nuestra santidad (porque no es nuestra), ni de nuestra sabiduría (porque nos la ha dado Dios y de la misma manera nos la podría quitar), y mucho menos deberíamos decir que los demás son pecadores, ni deberíamos desear que Dios les destruya en el fuego eterno. Más de una vez, antes de decir tales sandeces o de portarnos cruelmente con quien no nos ha hecho daño, solo por el hecho de que no es cristiano, deberíamos reflexionar. Deberíamos tener en cuenta que era el infierno lo que nos hubiera esperado si Dios no nos hubiera mostrado el camino, que somos humildes leños secos, no el origen de la vida (eso, en todo caso, es Dios). Y tendríamos que recordar una y otra vez que Jesús vino a rescatar lo que estaba perdido, y que es nuestro trabajo continuar esa labor con amor y cariño. Lo que no quieras para ti, no quieras para nadie. http://www.iglesiadelatrinidad.org/de-mi-propia-pluma-vii/Es la regla de oro. Si Dios te ha tratado bien a ti, trata bien a los demás.

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