Celebración eucarística: Domingos a las 11:00h - ¿cómo llegar?

De mi propia pluma (XV):

 

Y no podrán matarlo.

Hechos 5, 33-39.

La asamblea de los judíos estaba alborotada. Ese día, en medio de la sala, un puñado de galileos se había atrevido a plantarles cara a todos, llamándoles asesinos e impíos por haber sido responsables de la muerte de un tal Jesús en la cruz. Mientras todos los representantes del Sanedrín, el órgano de gobierno de la máxima autoridad de la provincia de Judea, puestos en pie, gritaban enloquecidos y con los ojos inyectados en sangre contra esos galileos, ellos, serenamente les miraban cara a cara como si la cosa no fuera con ellos. Los intentos de poner orden de unos pocos parecían no surtir efecto, y hasta el sumo sacerdote parecía haberse vuelto loco y no paraba de llamarles blasfemos. El destino de esos pobres hombres parecía la lapidación inmediata o algún otro tipo de castigo doloroso.

De repente, un anciano llamado Gamaliel, respetado por su sabiduría, y que hasta ese momento había permanecido en silencio, se levanto y alzó sus manos en señal de calma. Todos, poco a poco, empezaron a enmudecer,  pues sabían que, cuando hablaba, Gamaliel decía siempre algo sumamente sensato. Lo primero que hizo, sin embargo, fue pedir que se llevaran al grupo de galileos a otro lugar, con lo cual los ánimos se atemperaron. Cuando ya la asamblea se hubo calmado y consiguió el nivel de atención necesario, comenzó su discurso.

– Queridos israelitas, nos hallamos aquí para deliberar qué hacer con estas personas. Es cierto que algunos consideran que su proceder es contrario a las leyes judías y que ponen en peligro la estabilidad con Roma, pero no es eso lo que debemos considerar, sino más bien si es justo condenarlos por ello.

“No quiero que paséis por alto – continuó – todas aquellas ocasiones en que hemos estado a punto de entrar en guerra con Roma por situaciones parecidas. En efecto, todos recordamos a Teudas, que parecía poseer un poder que desafiaba al de los romanos. Fascinados por él, más de  cuatrocientos hombres se le unieron en una rebelión. Y todos sabemos cómo acabo: él muerto y todos sus seguidores dispersados.

“Después de él, en tiempo del empadronamiento, surgió Judas, el galileo, y muchos se le unieron, pero también acabó su revuelta con él muerto y sus seguidores dispersados.

“Por eso os ruego, – dijo Gamaliel mirando fijamente a su auditorio – os suplico, que no hagáis ningún daño a estos hombres, y que los dejéis marchar en paz, porque si lo que ellos predican es cosa de hombres, acabarán pereciendo, como les sucedió a los que he mencionado, que no luchaban por Dios, sino para conseguir una gloria vana para su nombre. Pero si lo que predican es de Dios, no podréis destruir su obra, y os expondríais a ir en contra de Dios.”

Así habló Gamaliel, y con gesto sereno se sentó. Su parecer fue recibido con signos de aprobación y la asamblea decidió dejar libres a los galileos después de darles una buena paliza.

¿Cuántos defensores de Dios hay hoy en día en las iglesias? ¿Cuánta gente que sabe qué es lo que conviene para expandir la gloria de Dios? ¿Cuánta gente se considera insustituible? ¿Cuánta gente cree que, si no estuvieran ellos, su iglesia desaparecería o, por lo menos, estaría peor? Un fariseo, Gamaliel, con su sabiduría, nos enseña que Dios no nos necesita para ser Dios. Él es el único que es, el único que tiene esencia, importancia. ¿Pero es que no hemos aprendido de la parábola que no somos más que siervos inútiles?

Dios habla a los corazones de los humildes, no de los que se creen importantes, y a través de los corazones de los machacados, de los que sufren, de los que no valen a ojos del mundo, él es vencedor. No hay otro camino para la victoria que el sufrimiento a través del amor a los demás. Porque en la medida que nos damos y somos menos importantes, más importante es Él, y más está con nosotros. Eso significa Enmanuel: Dios-con-nosotros.

No puedo evitar recordar unos versos de J. http://www.iglesiadelatrinidad.org/de-mi-propia-pluma-xv/Romualdo que parecen repetir la misma idea que Gamaliel. El poema se titula: “Y no podrán matarlo”,

 

 

Y no podrán matarlo

 

Querrán volarlo y no podrán volarlo.

Querrán romperlo y no podrán romperlo.

Querrán matarlo y no podrán matarlo.

Querrán descuartizarlo, triturarlo,

Machacarlo, pisotearlo, desalmarlo.

Al tercer día de los sufrimientos

cuando se crea todo consumado,

gritando ¡libertad! sobre la tierra

ha de volver:

¡Y no podrán matarlo!

 

Meditemos todas estas cosas en Cristo y que él nos ayude a ser más ante Dios siendo menos ante los hombres. Amén.

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