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El camino de Santiago (27.04.2011)

27-IV-11:

Melide (Pontevedra):

Quien anda con sencillez, anda seguro; pero el de proceder taimado, vendrá a ser descubierto. (Proverbios 10, 9). En efecto, reflexiono al final del día cuando llego a mi albergue, hay que andar con seguridad, pero a veces las ampollas del camino nos impiden hacerlo. Y eso vale también para la vida. Abro también la Biblia por el libro de Hechos (Hechos 17, 1-14). Leo con interés, quizá me aclare algo que me ayude en el camino… de mi vida. Nunca se sabe. Ahí se cuenta el terrible tumulto que hubo en Tesalónica por la doctrina que estaba enseñando Pablo. Algunos judíos, que veían que había gente que empezaba a escuchar la nueva doctrina, buscaron a Pablo, y como no pudieron encontrarlo, casi matan a Jasón, que era el que lo hospedaba. Entonces Pablo se marchó a Berea. Ahí al principio le fue mejor, pero los mismos que alborotaron en Tesalónica fueron a Berea a armar jaleo. Pablo tuvo que volver a huir, esta vez a Atenas. En fin, que la vida de Pablo no fue fácil. Eso me hace relativizar el camino. A fin de cuentas yo sólo viviré mal cuatro días: malcomiendo y malviviendo. Él pasó incomodidades toda su vida. Toda su vida viajó. Y como dije en otra ocasión, no había muchas comodidades en aquella época a la hora de viajar.

He salido de Gonzar de mañanita. Mi primera escala ha sido Palas de Rei. Quizá podría contar varias paradas que he hecho para tomar fotos. La primera en una ermita en Ventas de Narón. A la salida, en la base de una cruz, alguien ha abandonado una camiseta de Guinnes. Quién sabe, quizá lo haya hecho porque ha dejado de beber. Luego, he visto un impresionante mar de niebla en el que al poco me he sumergido. Lo he agradecido. El sol empezaba a molestar. En Ligonde he visto, entre otros, un hospital de peregrinos (el edificio no me ha llamado la atención) y un muro que marcaba con una cruz el terreno que en su época se usó como cementerio de peregrinos. También estaba anunciado un cruceiro del siglo XVIII en cuya base están las señales de la cruz (una calavera, unos clavos y una corona de espinas) pero entre que el pueblo estaba en obras y que yo andaba despistado, no lo he visto. Me ha dado rabia, pero pienso que así ya tengo una excusa para volver. . También he visto una curiosa tienda de artesanía. El dueño, que sin duda será un manitas, había convertido un trozo de canalón que vierte el agua del tejado a la calle en una gárgola, o mejor dicho un dragón de color verde. Muy curioso. He llegado a Palas de Rei. Ahí he descansado un poco, y comprado apósitos para las ampollas. Ya me habían dicho que no era buena idea usar hilo y perforarlas. La de la farmacia me dice que con eso sólo se consigue que dentro de la ampolla se meta suciedad que luego provoca infecciones. Así que lo mejor son los apósitos. Saco uno de la cajita y me dispongo a colocarlo sobre la piel. Sin embargo, por ser la primera vez no acierto a pegarlo bien. Uno de los requisitos es que el pie esté seco, y cuando mi pie se pone a sudar no para. Trinidad distance calculator . Total, que parte del parche queda al aire y sin pegar. De todos modos, la parte que me interesa, donde está la ampolla, está protegida.

Siguiendo mi camino, me he encontrado mientras subía una cuesta con una familia: padre y madre y tres niñas. La mayor tendría poco más de diez años. Si los tenía. Iban haciendo el camino de Santiago a su aire, como si estuvieran de paseo, pero no iban despacio. Las niñas aguantaban bien y parecían tomárselo como una agradable excursión. Me he hecho una foto en el límite con la provincia de Pontevedra gracias a ellos, y me los he vuelto a encontrar en la iglesia de Santa María del Camino, situada en la parroquia de Leboreiro. Se trata de una preciosa iglesia en la que, como suelo tener por costumbre, me he sentado y he estado no más de medio minuto. Suelo hacer esto: entro, me siento en un banco y cierro los ojos. A veces, casi siempre, oro. Intento experimentar las sensaciones de toda la gente que ha pasado por ahí. Las iglesias son edificios vivos, están pensados para que el que entre pueda disfrutar de paz, de tranquilidad, de concentración. A veces lo olvidamos y entramos en las iglesias como en museos. Yo siempre recuerdo que son templos, por ello, suelo pedir a Dios que los que entren le experimenten, que le sientan. A la salida, dejo como donativo un poco de dinero. Espero que se emplee para mantener este lugar que a mí me ha resultado mágico. A la entrada de la iglesia hay un curioso cesto cubierto con una especie de techumbre, como una cabaña en miniatura. Se trata de un cabeceiro, un cesto para conservar el maíz.

Al final llego a mi destino: Melide, a cincuenta y un kilómetros de Santiago. Casi he completado la mitad de mi camino y ya me voy creyendo que lo voy a conseguir. Estoy eufórico, pero sé que mañana será el día más duro y con más kilómetros. Voy a ver el pueblo y a disfrutar del pulpo. Así lo hago en La Garnacha, y me acuesto con la tripa llena y los pies picantes.

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