9- La búsqueda del cuaderno de notas:

Tras esta última explicación de Damián, abandonamos por fin nuestro teatro con su escenario maravilloso. Yo estoy preocupado porque he perdido mi libreta, mi famosa libreta donde apunto todo, y con lo maniático que soy (lo reconozco), si pierdo algo no me quedo tranquilo hasta que lo encuentro (aunque creo que eso le pasa a la mayoría). En esta ocasión estoy empezando a desesperarme, porque no encuentro lo que busco. He mirado en todas las gradas mientras Damián explicaba y vuelvo a mirar de nuevo cuando las gradas se han desalojado y no hay ni rastro de mi pequeña confidente con anillas. Busco en todas las papeleras adornadas con la figura de un león (el león de Judá, supongo). Subo de nuevo a la cima del monte y saludo al camello (es un decir, en realidad no estoy para saludar a nadie, y menos a un animal), miro en el pequeño muro del mirador de arriba, donde hace poco hemos estado posando José Néstor y yo, por si me lo hubiera dejado despistado sobre él al apoyarme para posar… y nada, que no aparece. Cada vez más rendido a la evidencia, bajo a sumarme al grupo. Los demás todavía están dando vueltas, asomándose al espectáculo de las tumbas y la ciudad. Ya casi me he dado por vencido. Sé que, si no está en el autobús, la he perdido.

Resignado, me uno al grupo, que continúa bajando por una carreterita asfaltada que nos conducirá al pie del monte. A medio camino, un fotógrafo nos saca una foto de grupo. Me gustan las fotos de grupo. Son un buen recuerdo. Pero la luz del sol me da en los ojos y sé que aunque lo intente voy a salir con cara rara. . La verdad es que no soporto una luz de sol intensa aunque no me dé en los ojos y el cielo esté nublado. Pero todo sea por salir con el resto del grupo en la foto. Sé que, cuando vea la foto en mi casa, será un modo de recordar a toda esta gente que, durante unos días, formamos un extraño y a la vez familiar grupo. Seguimos la excursión, monte de los olivos abajo y yo sigo dándole vueltas a la idea de que he perdido el cuaderno.