Jerusalén (V): El Padre Nuestro del monte de los Olivos
5- El Padre Nuestro del monte de los Olivos:
Jesús enseñó el Padre Nuestro en Galilea y en el monte de los Olivos. Como estaba perseguido, lo hizo en secreto, en una cueva del monte, la misma ante la que nos encontramos ahora esperando, la cueva encontrada por Elena. Tras cruzar una pequeña puerta y pagar las entradas de rigor, de lo cual se encarga Damián, nuestro grupo llega (sorteando los ya numerosos visitantes) a un pequeño patio con un enorme árbol en medio. Nos encontramos en el recinto de la basílica Eleona (o basílica de los Olivos), construida bajo la supervisión de la emperatriz. El edifico actual no conserva nada de la época de su fundación, ya que éste se reconstruyó durante la invasión de los persas del año 614. Posteriormente, los cruzados, sabedores de que aquí había enseñado Jesús el Padre Nuestro, le dieron a la iglesia el nombre actual. Sin embargo, tampoco se conserva nada de esa época guerrera, pues el edificio, tal y como hoy lo conocemos, data de 1894, y es un convento carmelita. En las paredes del patio donde estamos podemos ver escritas en diferentes lenguas, versiones del Padre Nuestro, esa hermosa oración. Yo estoy encantado, pues me interesa especialmente conocer y aprender otras lenguas. Observo intrigado que todos son idiomas extraños a mí, algunos de esos padrenuestros están escritos en lenguas de origen latino, otras son de origen sumamente exótico y sólo parecen tener en común que todas las oraciones acaban igual. Hay uno en lengua alsaciana, la lengua de Betty. Ella se sorprende, pues lleva toda la vida haciendo viajes a Jerusalén y hasta ahora no lo había visto. También hay dos versiones, una en hebreo y la otra en arameo (esta última, la lengua de Jesús) escritas sobre una placa de piedra. Me estremezco al pensar que esas grafías imposibles encierran las palabras que él pronunció. Miro intrigado a los trazos herméticos, interrogándolos tácitamente. Decidme: ¿cómo sonaba su voz? ¿Qué sonidos encerráis? ¿Cómo era su corazón al pronunciaros? Pero es inútil preguntar, no podéis responderme, ya que sólo sois garabatos en piedra y el silencio es el único que parece hacerme caso.
El Padre Nuestro fue una oración revolucionaria, porque de un modo sencillo (sin rituales, sin necesidad de baños, tan en boga en la época) la persona que la dice se puede acercar a Dios. Ya no es un Dios terrible, al que hay que aproximarse de puntillas para que no te mate si te ve; al contrario, es un padre. La oración incluye los principales motivos de petición a Dios. Se trata de un rezo que te compromete si lo dices de corazón. Los judíos tenían muchas oraciones, una para cada ocasión. También cada maestro judío tenía una manera de rezar diferente que enseñaba a sus discípulos. Por eso, no es de extrañar que los discípulos de Jesús le pidan que les enseñe a rezar, así lo hacían otros maestros con los suyos. Así, Jesús les enseña a orar a través del Padre Nuestro. En realidad, no les dice que siempre recen usando estas palabras, sino que lo hagan con el mismo corazón que se manifiesta en ellas.
La oración consta de cuatro partes. La primera está dedicada a Dios. Al que Jesús llama “Padre nuestro”. En esta vocación lo interesante es que Jesús proclama que Dios no es mío ni tuyo, sino nuestro, con lo cual señala la importancia de orar unidos. A continuación sigue diciendo: “…que estás en los cielos”. Jesús pone a Dios en su lugar, pero no es un Dios que se quede ahí, sin actuar. Dios está en el cielo para, desde ahí, tener una visión amplia y cuidarnos mejor. Más adelante dice: “…hágase tu voluntad”. En realidad, este “hágase” hace referencia a que nosotros pedimos que nuestra vida sea acorde con la voluntad de Dios. Hemos de vivir, por tanto, como santos si queremos hacer la voluntad de Dios.
La segunda parte hace referencia a la comunidad, empieza diciendo: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Así, el pan no es “mío”, sino “nuestro”, porque todo es comunitario. Es también una frase que muestra una filosofía de vida cargada de sencillez. No debemos anhelar el pan de mañana, sino el de hoy. Es decir: no debemos preocuparnos por las cosas del mañana, sino por el día a día. Otra frase que Jesús dice en otra parte es muy clarificadora a este respecto: “A cada día le basta su agobio”.
La tercera parte hace referencia a lo que debemos, nuestras deudas. “Perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores”. Una traducción más reciente traduce “deudas” por “ofensas” y “deudores” por “los que nos ofenden”. Quizás es una traducción más exacta, pues la palabra “deuda” es demasiado imprecisa. En realidad, pedimos perdón por todo lo que puede ofender. Una persona puede ofender porque ha cometido un pecado contra Dios o contra su hermano; pero también porque no comparte algo con otro. Si no usas tus dones con los demás eso también es ofensivo, también estás “en deuda” con Dios, que te los ha dado para practicarlos, para compartirlos.
La cuarta parte es un ruego frente a un temor: “… y no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén.” Caer en la tentación es lo que más tememos. El único que lo puede evitar es Dios.
La oración es necesaria en todas las religiones. Gandhi, dijo, creo que muy acertadamente, que la oración es la respiración del alma. Se refería, por supuesto, a la oración contemplativa, centrada en adorar y gozarse de la contemplación de la divinidad. Dicha oración, es, tal vez, la más importante, pues nutre tu alma y fortalece tu fe; sin embargo muchas veces este tipo de rezo es olvidado a favor de otros más “efectivos”, que sirvan para obtener respuestas rápidas y prácticas. Lo interesante del Padre Nuestro es que, siendo una oración del primer tipo, no se olvida de las del segundo tipo. En ella Jesús nos enseña la confianza en Dios, puesto que reconocemos con nuestra boca que Dios tiene una voluntad para nosotros, pedimos que se haga y confiamos en que lo que él haga será beneficioso para nosotros. Con lo cual acabamos pidiendo confiando en que lo que pedimos es su voluntad. Roberto, el pastor, pone un ejemplo literario que nos habla de la confianza en la oración y en el cumplimiento de lo que pedimos, cuando es voluntad de Dios. En el Padre Nuestro pedimos por “el pan nuestro de cada día”. Moratín, un dramaturgo del siglo XVIII, tiene una obra titulada “El Cristo de Medinaceli” en la que cuenta que un rico y un pobre estaban un día rezando a Dios uno junto al otro, pidiendo que éste le concediera a cada uno su deseo. El rico, por supuesto, pedía por su negocio. El pobre, en cambio, pedía que Dios le concediese una pequeña cantidad de dinero que necesitaba, pequeña para el rico, pero imposible de conseguir para el pobre. Los dos estaban concentrados en sus peticiones, pero el pobre pedía con mucha insistencia, pues estaba desesperado. Sus súplicas llegaron a importunar al rico, que al final echó mano al bolsillo y acabó dándole él mismo la cantidad que el pobre pedía con tal que se fuera ahí y no le distrajera a Dios, no fuera que éste no le concediera al rico lo que él pedía. Así, sin él mismo saberlo, el rico se había convertido en instrumento de la voluntad de Dios, porque es evidente que, en esta situación, Dios quería ayudar al pobre, y lo hizo a pesar de que las circunstancias parecían adversas.
El Padre Nuestro, en resumen, condensa varios tipos de oraciones. Es una alabanza a Dios, pero también pide cosas concretas (el pan nuestro) y que nos libre de las tentaciones. Y todo ello, con un espíritu comunitario.
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