Jerusalén(II): Por el camino que lleva al Monte de los olivos
2. Por el camino que lleva al Monte de los olivos:
Jerusalén, como toda ciudad histórica, tiene dos zonas: la nueva y la vieja. La ciudad antigua está dentro de los muros, y la nueva fuera. Ninguna de las dos se ha conservado como en los tiempos de Jesús. De hecho, los sucesivos imperios y gobernantes que han conquistado la ciudad han dejado su marca en ella. Sin embargo, todavía algunas de sus calles siguen el trazado de las que existían en tiempos de Jesús. Eso es suficiente motivo para que sienta una extraña sensación mientras el autobús que nos lleva de visita recorre los recovecos de la ciudad santa. Observo ansioso por la ventana, en busca de rastros del Maestro, alguna calle que me evoque, algún lugar que no haya cambiado desde su época. Quién sabe.
Mientras tanto Damián sigue con sus historias y anécdotas. Ahora nos está explicando algunas costumbres judías, sin duda es para rellenar el tiempo, pero parecen interesantes Es Sabbath, nos dice, y los fieles van a la sinagoga. En la parte musulmana de la ciudad, sin embargo, es un día normal, y las tiendas están abiertas. Jerusalén, en efecto, es una mezcla de culturas separadas nítidamente por barrios. Así, si el viernes quieres comprar algo, debes ir al barrio judío o a las tiendas de los cristianos (hay un barrio armenio) porque los musulmanes cierran para ir a la mezquita. Si quieres comprar en sábado puedes hacerlo en tiendas de musulmanes o de cristianos, ya que es el día de fiesta de los judíos. Por último, en domingo cierran los cristianos, pero puedes comprar en los barrios judío y musulmán. Siempre hay tiendas abiertas, sólo es cuestión de desplazarse. También nos entretiene comentándonos algunos nombres curiosos de judíos insignes. Ya sabemos que Ben Gurión no se puso ese apellido porque sí, tenía una significación. También el apellido de Simón Peres tiene una explicación singular. Puede parecer español (ya que se parece al apellido Pérez, muy común en nuestro país e incluso en toda Latinoamérica), pero en realidad es hebreo y significa “águila”. Peres en realidad es de origen polaco y su familia no tiene ni siquiera una relación lejana con judíos españoles ni con nada español.
Seguimos avanzando, viendo pasar la ciudad ante nuestros ojos, aunque de momento no vemos nada de interés. De repente, Damián nos llama la atención sobre el hecho de que algunos edificios tienen en su fachada agujeros de bala. Nos explica que se trata de recuerdos de la guerra con los jordanos, sucedida ya hace tiempo. También nos cuenta lo a rajatabla que se lleva el precepto de no trabajar en sábado. Esa ley se lleva a cabo de una manera tan estricta que, por ejemplo, es la razón de que hoy casi no haya coches en las calles, pues eso también se considera trabajar. Damián nos anuncia que un día iremos a ver las obras del tranvía, que quedan cerca de la calle por la que estamos pasando. Bajo el trazado del tranvía, añade, se han encontrado restos del muro. Por eso, nos dice, ha habido protestas durante estos días por parte de los judíos más ortodoxos, que no quieren que las obras continúen, pues su intención es que esa parte del muro sea respetada. Esta mañana, mientras estamos metidos en el autobús y un tanto aburridos, todo hay que decirlo, todavía no sabemos lo que va a pasar al día siguiente. No sabemos que en dichas protestas una de las personas de nuestro grupo va a tener un cierto papel protagonista. Me refiero a Ana. No daré más detalles porque los que la conocen saben quién es y los que no, cualquier cosa que diga les resultará sin interés. Así pues, aprovecharé este espacio para contar esta anécdota, ya que es evidente que la visita en este momento no tiene nada de entretenido, y que lo importante no va a comenzar hasta que bajemos del autobús. Pues bien, el caso es que, al día siguiente, mientras ella y otras personas de nuestro grupo daban una vuelta por las obras del tranvía, vieron una de esas ya mencionadas manifestaciones de judíos ortodoxos. Ana estaba sacándoles fotos y, naturalmente, los manifestantes se sintieron molestos, y comenzaron a gritarle. A ella no se le ocurrió otra cosa que gritar a su vez: “Spanish journalist, La Vanguardia!” (“¡Periodista española, La Vanguardia”!). Naturalmente, los manifestantes se pusieron como locos de contentos, pues veían en esa improvisada periodista que era aparentemente testigo de sus reivindicaciones y protestas una oportunidad de que el mundo conociera por qué luchaban. De ser tomada como lo que era: una turista metomentodo, pasaron a considerar a Ana una heroína para su causa. Así, aplaudieron a la falsa periodista y se dejaron fotografiar. Y, lo más importante: les dejaron irse a ella y a los demás que la acompañaban sin ningún problema.
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