Viaje a Israel (10-08-2009): Nazaret-Monte Carmelo-San Juan de Acre-Tiberias
1- Los mediterráneos tienen mala leche en todo el mundo: El hotel donde dormimos está situado sobre un precipicio, el mismo por el que casi tiran a Jesús sus paisanos cuando éste fue a visitar Galilea y no hizo ningún milagro. Sus vecinos, entonces, se enfadaron con él porque dijo que no iba a hacer milagros por su falta de fe. Añadió, además, que nadie es profeta en su tierra. Los de Nazaret, que eran mediterráneos y de bastante mal genio, sacaron a Jesús a empujones del pueblo, con la intención de echarlo por el barranco, cerca de donde está hoy en día el hotel, pero Jesús se escabulló entre la multitud. Hoy en día Nazaret ha crecido mucho y ya es una ciudad, pero en tiempos de Jesús debía ser tan pequeña que no figura en los registros romanos. La familia de Jesús vivió toda su vida, al parecer, en este pueblo. 2- Los “años oscuros” de Jesús y el evangelio de Santiago: De los llamados “años oscuros” de Jesús, es decir, de los transcurridos antes del inicio de su ministerio, se sabe poco. Sólo se pueden hacer elucubraciones. Jesús pudo conocer la cultura griega. De hecho en Séforis, una localidad cercana a Nazaret, se han encontrado edificios y diversos restos arqueológicos que demuestran que ahí había una cultura helenística muy importante. Nos podemos imaginar a Jesús escapándose de cuando en cuando a ver las tragedias griegas, empapándose de esa cultura, considerando sus conceptos filosóficos y morales. ¿Cómo sería Jesús de niño? Sólo tenemos referencias por los evangelios apócrifos, una serie de escritos realizados en los primeros siglos del cristianismo que narran la vida de Jesús y algunos hechos y dichos suyos que no aparecen en los cuatro evangelios que normalmente se conocen. Dichos evangelios apócrifos no están escritos por ningún discípulo o seguidor cercano de Jesús, cosa que sí sucede en el caso de los cuatro evangelios aceptados por la Iglesia. Por ello no se consideran lectura inspirada. De hecho, algunos de ellos se escribieron siglos después de la muerte de Jesús, cuando su figura se había distorsionado y engrandecido, convirtiéndose en un mito. Por eso hay que leerlos con cuidado, ya que tienen más de legendarios y fabulísticos que de históricos. El evangelio de Santiago, por ejemplo, nos cuenta que Jesús sería lo que hoy consideraríamos “un niño repelente”. Dicho evangelio cuenta que en una ocasión, estado Jesús jugando con otros niños a pillar, éste convirtió a todos los que tocó en piedra. Cuando llegó la noche y los padres fueron a buscar a sus hijos se encontraron con la desagradable sorpresa de que se habían convertido en piedra, y que el culpable era Jesús. Así que fueron a quejarse a José y éste riñó a Jesús. Jesús no sólo no escarmentó, sino que sopló sobre los niños petrificados y los convirtió en pájaros, en venganza de la regañina recibida por parte de su padre José. Uno de los personajes importantes en la vida de Jesús debió ser, sin duda, José. Sin embargo poco sabemos de él. En los evangelios no se nos dice ni su edad ni su condición social. Sólo que era “carpintero”. De nuevo los evangelios apócrifos nos ayudan a completar esta laguna. Según el de Santiago, José era un viudo. También se nos narra la bonita historia de cómo José tomó como esposa a María. Había el problema de que María, una joven virgen, debía desposarse con un hombre viudo, que la mantuviera y recibiera como hija. El Sumo sacerdote convocó a varios hombres israelitas, viudos y piadosos, y la suerte recayó en José. En este mismo evangelio se nos despeja la duda de si la familia de Jesús era pobre o no. Casi en todas las representaciones de la sagrada familia ésta aparece como pobre. María, por ejemplo, dio a luz en un establo a Jesús, porque no tenía otro sitio. El Mesías nacía, así pues, como un niño pobre hijo de una familia pobre. La idea de que la familia de Jesús era de origen humilde se basa, en parte, en el dato de que José era carpintero. Sin embargo, toda esa imaginería es posible que sea falsa. La palabra que se usa en griego para definir el oficio de José es“teknón”, que no se refiere a un carpintero cualquiera, sino más bien a un ingeniero. Era alguien bien pagado y con una reputación social. El evangelio de Santiago nos indica, asimismo, otro dato que apunta también al hecho de que José y María eran ricos, pues Zacarías, el marido de su prima Isabel, era sumo sacerdote. Además se nos mencionan los nombres que por tradición se han conservado hasta hoy día de los padres de María: Ana y Joaquín, cosa que demuestra que la familia era conocida y, por tanto, socialmente importante. También se nos cuentan detalles de su concepción. 3- “Salve, llena de gracia”: Nos dirigimos a la iglesia de la Anunciación, construida recientemente, concretamente en los años 60, sobre las ruinas de una casita de hace 2000 años. En dicha casita, según la tradición, vivía María. A la entrada de la iglesia hay muchas representaciones pintadas de la Virgen. Cada una está hecha en un país y son una prueba de la devoción que hay por ella en los rincones más alejados del globo. A mí me llamaron la atención varias por ser de España: de la Virgen de Montserrat, de la Virgen dels desamparats (de los desamparados) de Valencia, de la Virgen de la Candelaria, patrona de Canarias… La representación de Cataluña proclama en catalán: “Con vuestro nombre comienza nuestra historia y es Montserrat nuestro Sinaí”. Catalanismo y fe a raudales. También saqué algunas fotos de la imagen que aparece sobre el dintel de la iglesia. Dicha imagen representa a una muchacha joven, de no más de quince o dieciséis años. En efecto, en aquella época era normal que las muchachas y muchachos se casasen a edades tempranas: doce o trece años, que era cuando adquirían su madurez sexual las niñas. Los niños pasaban a ser hombres un poco después, pero también solían casarse muy jóvenes. Por otra parte, no hay que olvidar que la esperanza de vida era muy baja. Si hubieran esperado a las edades en las que hoy en día la gente se casa y tiene hijos la humanidad se hubiera extinguido. Esta imagen de la muchacha del dintel impacta. María aparece con las manos tendidas hacia adelante en actitud de entrega y oración. Parece representada en el momento de decir: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según su palabra”. Dentro de la iglesia se conserva la casa que la tradición atribuye a María cuando recibió la visita del ángel. Está a un nivel más bajo que el actual suelo debido a que, como hemos explicado, siempre se construye sobre construcciones anteriores. Según me pareció ver, sólo queda la puerta y algunas columnas de la entrada. El resto está en ruinas. No obstante, en otras fotos que he visto después da la impresión de que la casa era en realidad una cueva, y que lo que vimos fue la entrada a dicha cueva. Lo que sí está claro es que en torno a dicha casa o cueva se ha construido la iglesia. En el momento en que llegamos un grupo estaba celebrando una misa. En efecto, justo enfrente de la casa, se ha construido un recinto con gradas en el que los fieles se sientan, a la altura del suelo sobre el que ésta está construida y que hoy en día ha quedado más bajo. Fuera de la iglesia se ha construido un baptisterio, y debajo del baptisterio se ha conservado una piscina ceremonial del siglo I. En tiempos de Jesús se había extendido la costumbre de tener en casa dichas piscinas. El baño tenía en esa época un sentido de purificación que hoy en día todavía conservan algunas religiones, como la musulmana o la hindú, mientras que en la cristiana sólo queda en el bautismo y, entre los católicos, además del bautismo, en el rito de mojar los dedos en agua bendita y persignarse antes de entrar en la iglesia. Entre los judíos de la época de Jesús el baño tenía una importancia sorprendente a nuestros ojos. En efecto, se usaban los baños rituales para evitar males, o para que fueran bien las cosas. Por ejemplo, antes de cerrar un negocio la gente se bañaba, en la esperanza de que Dios le fuera propicio. Juan el bautista, que surge durante la época de la “moda” de los baños rituales, criticó esta práctica, que había degenerado en pura superstición. Él predicaba que lo importante no era bañarse en una piscina ritual, sino cambiar el corazón. Para marcar una mayor diferencia, Juan se instala en el desierto, alejado de las ciudades y de la gente, en un intento, sin duda, por acercarse más a Dios, y bautiza (es decir, baña ritualmente) en el río Jordán, anunciando que el reino está cerca. En la iglesia de la Anunciación que estábamos visitando la piscina ritual de la época de Jesús ha quedado hoy en día en la base del baptisterio moderno. Presente y pasado aunados, como tantas y tantas cosas en Israel. 4- Las cruzadas, el primer intento de colonización europea: Después de visitar Nazaret nos dirigimos a San Juan de Acre, también llamada en el pasado Ptolemaïs o Ultramar. Hoy en día también se la conoce como Akko. Por el camino nos fijamos en las ciudades por las que pasamos. Todas están construidas en montes y montañas, que servían de protección natural contra los enemigos. En los valles estaban (y están) los cultivos. Cuando los ejércitos atacaban, los campesinos que cuidaban de los campos tenían que dirigirse a las ciudades. Idéntica fue la forma de construir las ciudades en América, de donde es, como sabemos, la familia de Damián, nuestro guía. Las culturas indígenas también aprovechaban los valles para cultivos, mientras que construían las ciudades en los altos para protegerse. Aprovechando este parecido entre las dos culturas, la de Israel y la americana, Damián hace una comparación histórica de interés. Al contrario que lo que vemos en Israel y en las culturas de la América precolombina, en España las ciudades se construyen en los valles. La razón es, fundamentalmente, que una gran ciudad necesita abastecimiento de agua y ésta suele estar en los valles de los ríos. Lo malo es que, cuando los españoles fueron a América, trasladaron también su forma de ver y de planificar las ciudades. Así, las más importantes de América, por lo menos las de la llamada América hispana o Hispanoamérica, están hoy día en los valles, que precisamente eran los lugares donde estaban los mejores cultivos antes de que los invasores llegaran. Sin quererlo, los conquistadores acabaron con mucho de las riquezas naturales de los países en los que se instalaron. Éste, además, es un buen ejemplo de cómo cada país o región del mundo debe ser construido de acuerdo con sus características propias, y que no sirve el modo de vida de otros lugares. En ese momento, cuando el autobús se dirigía a San Juan de Acre, vimos algo extraordinario: un helicóptero estaba limpiando las líneas de alta tensión. Estaba volando muy cerca de ellas, de manera que casi parecía que iba a chocarse con uno de los cables, y usaba para limpiarlos una especie de pértiga. Damián nos dijo que sacáramos una foto, porque nadie nos iba a creer, y así lo hicimos. Una vez pasado el helicóptero, Damián continúa su explicación. Lo señalado anteriormente sobre los diferentes modos de construir en España y en América nos lleva a considerar el concepto de colonización. Lo malo de una colonización no es sólo la opresión de un pueblo por otro, sino sobre todo la opresión cultural. Así, conceptos, ideas y formas de organización que habían sido válidos durante siglos son rechazados y tenidos por menos por el simple hecho de que son usos y costumbres del pueblo invadido. Parece como si la victoria militar diera, como consecuencia, una victoria intelectual, situando al colonizador a un nivel de inteligencia superior. Eso pasó con los españoles en el Nuevo Mundo y pasó con los cruzados en la Edad Media cuando conquistaron Tierra Santa. Las cruzadas son, de hecho, el primer intento de colonización por parte de Europa. No es de extrañar que hoy en día los musulmanes sigan odiando a los occidentales, a los “cristianos”, ya que los cruzados entraron en sus ciudades arrasando y matando a la población inocente. Y lo hacían con la bendición del Papa y en el nombre de Dios. O eso decían, ya que, en realidad, el origen de las cruzadas es muy otro. Por una parte, el empuje del Islam había llegado hasta la punta más alejada de Europa, concretamente a España. Fue ésta la época en la que la cultura musulmana se mostraba superior a la europea cristiana. Occidente, con el enemigo a las puertas, temblaba y esperaba una venganza sobre el Islam. La encontró siglos después en las cruzadas. Curiosamente, España (o mejor dicho, los reinos hispánicos, pues había varios) se negaron a participar en dichas campañas, aduciendo que ellos ya tenían musulmanes a los que combatir en el propio territorio de la Península ibérica. En efecto, la llamada “Reconquista” (la recuperación de los territorios musulmanes por los reyes cristianos) no acabaría hasta 1492, fecha de la toma de Granada, el último reino islámico de España. Otra de las razones por las que los europeos se lanzaron a conquistar Tierra Santa fue por un problema demográfico: El papa Urbano II llegó a decir, para justificar las cruzadas, que a los hijos de Jafet les había tocado en suerte la parte más pequeña del mundo. Para entender la frase del Papa tendríamos que ir a la Biblia: Los hijos de Noé fueron: Sem (de donde descienden los semitas, entre ellos los judíos), Cam (de donde descienden los camitas, es decir los hombres de raza negra) y Jafet (los europeos). Lo que venía a decir el Papa, en resumidas cuentas, era que Europa había crecido demasiado y no había comida para todos. Así pues, se buscaron nuevos mercados para abastecerla. ¿Y qué mejor mercado que Tierra Santa, que estaba en el camino hacia la ruta de las especias y todo el continente asiático? Por ello no debe extrañarnos que a los caballeros cristinos no les interesasen tanto los santos lugares como el comercio de especias. Si hiciéramos una breve semblanza de las Cruzadas lo veríamos. La primera Cruzada fue financiada por Pisa y Nápoles. Ambas eran ciudades-puerto con un importante comercio marítimo que, sin embargo, estaba en crisis y necesitaban buscar nuevos mercados. En dicha cruzada Godofredo de Bouillón conquista Jerusalén. La segunda Cruzada se concluye con la conquista de Acre, con lo que se abre el comercio a Oriente. Durante doscientos años San Juan de Acre se convierte en la ciudad más importante de esa zona. Hay que recordar que Jerusalén sólo aguantó cien años en poder de los cristianos, lo cual dice a las claras que el objetivo de estas campañas es militar, y que sólo usa la religión como excusa. En la tercera cruzada es de destacar la figura de un lugarteniente del emperador fatimí de origen kurdo y de nombre Saladino. Gracias a su empuje y sobre todo a la desorganización de los cruzados, éstos fueron vencidos en un monte llamado los cuernos de Hattin. Más tarde cayó Jerusalén. La mayoría de sus habitantes lograron salir con vida y en libertad, sin derramar sangre, y sólo unos pocos padecieron esclavitud. A partir de entonces sólo quedaron algunas plazas costeras. Se convocó una nueva cruzada y se recuperó el puerto de Acre. En ella participó Ricardo Corazón de León junto con el rey de Francia. En la cuarta cruzada directamente las tropas se dirigieron a Egipto, muy lejos de los lugares santos, para después conquistar Constantinopla y acabar con los últimos resquicios del esplendor del Imperio Bizantino. Ni rastro, por tanto, de los ideales cristianos. Llegamos a San Juan de Acre (Akko) y hacemos una rápida visita a los restos de la fortaleza cruzada. Sorprende la grandiosidad de las ruinas. Cruzamos por unas enormes salas que reciben el pomposo nombre de “salas de los caballeros”, aunque en realidad todas ellas eran almacenes para los productos. En efecto, en el castillo es difícil encontrar una referencia o símbolo cristiano, todo tenía una función comercial. Visitamos varios almacenes comunicados por estrechos y bajos pasadizos, bastante claustrofóbicos, cuya función era evitar inundaciones. A través de ellos se llegaba a la lonja, una auténtica bolsa, centro del comercio y la vida de la ciudad en la época de las cruzadas. El castillo estaba dividido en zonas que pertenecían a diferentes estados europeos. Así, estaban los almacenes de los genoveses, de los pisanos y de otros estados. Una vez más constatamos que la única razón de las cruzadas, no fue piadosa, sino comercial, y que fueron promovidas, además, por estos estados para revitalizar su comercio. En una de las fotos que realicé se ven unos arcos dentro de los cuales aparecen unas figuras, aparentemente con volumen. No es así, son pinturas planas. En realidad, esos arcos están tapados y conducen a salas que están más allá de la parte que se puede visitar del castillo, pero que hoy por hoy están cerradas con esa curiosa decoración, esas curiosas figuras pintadas. De camino al puerto pasamos antes por una torre del reloj. Se trata de una construcción turca, hecha el XIX. Con ella Turquía, que dominaba entonces esa parte del Mediterráneo con el Imperio otomano, quería dar a entender que era una nación moderna. En efecto, los turcos, durante el reinado de Kemal Atatürk (1881-1938) comenzaron a pensar que los males venían todos del Islam, y decidieron prohibir su práctica. De hecho, si bien en una época el Islam había sido una religión que transmitía cultura, porque se basaba en la lectura de un libro, en el siglo XIX se había convertido en una religión atrasada, entre otras cosas porque no utilizaba la imprenta. La torre de reloj que de San Juan de Acre es muy occidental en su estilo, y con ella los turcos pretendían que Europa les viera como un pueblo culto y avanzado. Visitamos una posada de la época de los cruzados, pero estaba muy en ruinas. Se trataba de un patio parecido al claustro de un convento con dos pisos, ambos con arcos, y con un pozo en medio del patio. En el piso superior descansaban, en habitaciones que daban al patio, las personas que viajaban. Para los que no pudieran pagárselo estaba el patio de abajo, junto al pozo y los animales. Quizá a una posada parecida a ésta llegaron María y José y tuvieron que dormir en el patio, con los animales. Eso nos cambiaría un poco la imagen de ese “portal de Belén” que todos tenemos en nuestro imaginario colectivo, pero puede que fuera así como sucedió en realidad. A continuación visitamos el puerto. Es el mismo mar Mediterráneo que baña Barcelona, pero del otro lado. La sensación extraña que nos acompaña, por lo menos a mí, de que todo es igual a algo que ya conozco, pero que a la vez es diferente a lo que hasta ahora he visto me sigue acompañando, llenándome de una cierta inquietud mezclada con ilusión. ¿Qué será lo siguiente que vamos a ver? 5- Elías y la Virgen del Carmen: Llegamos a Haifa, la tercera ciudad en importancia de Israel. Se dice que Jerusalén está para orar, Tel-Aviv para divertirse y Haifa para trabajar. La ciudad está construida toda ella en la ladera de una montaña, de donde parece que cuelgan los edificios. Es una ciudad tolerante, en la que conviven las tres religiones. De hecho, hay transporte en sábado. Vamos al monasterio carmelita en el monte Carmelo. Enfrente del edificio hay un mirador desde donde se ve el Mediterráneo y toda la ciudad a tus pies. Un teleférico te baja de la cumbre del monte a la ciudad. Se trata de un transporte curioso, pues lleva a sus pasajeros en diferentes compartimentos esféricos de color naranja. Recuerda un ramillete de huevos “Kinder sorpresa”. Nada más llegar al mirador un trompetista, un músico ambulante, nos recibe tocando “Els segadors”, el himno de Cataluña, pues sabe que nuestro grupo está compuesto de catalanes (si se lo ha dicho Damián, si lo ha sabido al escucharles hablar o por ciencia infusa eso nunca lo sabremos). A continuación nos acercamos a la iglesia de la Virgen del Carmen, que está junto al monasterio carmelita. A esta Virgen se la ha llamado Stella maris, es decir, estrella del mar. La razón es que el monasterio, y con él la iglesia, está en la punta del monte, y era lo primero que veían los marineros antes de llegar a tierra. De alguna manera era su guía. De hecho, por eso siempre ha sido un punto de oración importante, y antiguamente había un templo pagano en este mismo lugar. “Carmel” significa “jardín de Dios”. Algunos postulan, también, que es el lugar donde surgió el olivo, ese árbol tan importante para la agricultura. Es un misterio cómo apareció el olivo, pues así como sabemos de qué árbol salvaje vienen la mayoría de las especies de árboles explotados por el hombre, del olivo no tenemos constancia de cuál es su variedad salvaje, sólo sabemos que surgió, sin aparente filiación con ninguna otra especie. La iglesia de la Virgen del Carmen está dentro del convento carmelita, aunque está abierta al público y no tiene relación con las dependencias del resto del edificio. No es una capilla muy grande. Abren por la tarde, y nosotros no tenemos que esperar mucho, pues el autobús nos ha dejado casi en la puerta y a la hora de apertura. Dentro hace fresco. La parte central es una cúpula insertada en una iglesia de planta cuadrangular. En uno de los lados del cuadrado, el que queda justo frente a la puerta, está la imagen de la Virgen del Carmen, y debajo una imagen de Elías. Se dice que el profeta salió huyendo de la ira de Jezabel y se ocultó en una cueva. Dicha cueva hoy en día se conserva dentro de la iglesia y es el lugar que alberga la imagen del profeta. La imagen de Elías está, de hecho, justo debajo de la de la Virgen del Carmen. El culto nuevo a la Virgen aparece ligado al antiguo culto a Yaveh defendido por su profeta. Pasado y presente, siempre mezclados en Tierra Santa. A la iglesia entró una pareja. Ella parecía oriental, tal vez árabe, con el pelo largo y los ojos grandes, muy hermosa, su acompañante tenía el pelo más claro. Los dos eran enormes. El monje que estaba de portero de la iglesia fue detrás de ella con un pañuelo y llamándola: “¿Señora, señora!”. Tal vez pensó que eran españoles porque habían entrado casi al mismo tiempo que nosotros, pero no, ellos no entendían el español. Así, el monje le tendió a la joven el pañuelo y ésta lo tomó. El pañuelo era para que se cubriera los hombros por respeto, pero ella se lo puso en la cabeza. Yo le indiqué que lo que debía taparse eran los hombros y no la cabeza. Pero ella no me entendía. Al final su acompañante entendió mis gestos y le explico dónde debía colocarse el pañuelo. Y es que cuando entras en un lugar de culto musulmán los hombres deben cubrirse las rodillas, y las mujeres la cabeza, pero cuando entras en un lugar de culto cristiano las mujeres deben taparse los hombros. Por último, cuando entras en un lugar de culto judío los hombres deben cubrirse la cabeza, justo al revés que en las iglesias cristianas, en las que por respeto nos descubrimos. En fin, que es un lío. 6- Todo lo que usted quiso saber sobre las sectas de Israel y nunca le habían contado antes: A continuación vamos a visitar los jardines Bahá’í . Ya los habíamos visto desde la parte de abajo, cuando estábamos recorriendo la ciudad. Se trata de unos jardines muy bien cuidados que ocupan toda una ladera del monte. La secta Bahá’í es de origen iraní. Tienen un culto lleno de secretismo y un gran poder económico. El templo Bahá’í de Haifa contiene, además, la tumba de su fundador, Bahá’u’lláh (1817-1892). Los jardines son hermosos y se nota que están muy bien atendidos. Ocupan toda una ladera del monte y pueden ser visitados hasta un cierto punto, hasta donde una verja y los ojos cuidadosos de los guardas impiden un mayor acercamiento a los deseables y hermosamente cuidados setos de flores. La razón de que no pueda hacerse una visita más en profundidad, recorriendo esas bellas laderas es que el templo, y con el los jardines, están de obras. Saliendo de la ciudad nos dirigimos a otro lugar en el monte Carmelo. Éste, más que un monte es más bien una sierra, una cadena montañosa, uno de cuyos picos se asoma a la ciudad. Damián nos explica algunas sectas curiosas que existen en Israel. Empieza con los templarios, se trata de una secta de origen alemán, que edificaron casas de tipo europeo en Haifa. En todas ellas escribían lecturas de la Biblia en las puertas. Las más curiosas, sin embargo, por lo numerosas y variopintas, son las sectas de origen musulmán, por ejemplo, los drusos. Son una curiosa secta surgida en principio del Islam. Lograron salir de dicha religión, lo cual es sorprendente, pues el que sale del Islam y se convierte a otra religión tiene pena de muerte. Otra cosa sorprendente de sus creencias es que dicen que el Mesías ha de nacer de un hombre. Por eso los hombres, sobre todo los más ancianos, visten pantalones anchos. ¡Quién sabe dónde le pueden pillar los dolores del parto al hombre que dé a luz al elegido! Se dicen descendientes de Jetro, el suegro de Moisés, al igual que los de la tribu de Jael en tiempos de Débora. El resto de sus creencias son secretas, y los propios drusos no tienen acceso a ellas hasta que cumplen cuarenta años. Lo que sí es cierto es que son los mejores soldados con los que cuenta Israel, porque no le tienen miedo a la muerte. Ellos creen que cuando un druso muere, se reencarna en otro niño druso. Además, su religión dice que deben defender su país. No aceptan conversos y desaconsejan firmemente la conversión a otras religiones. Otra secta curiosa son los ahmadíes. Son también una secta musulmana, nacida en el siglo XIX en Paquistán. Creen que Jesús no murió en la cruz, sino que sobrevivió y se estableció en Cachemira, donde murió de viejo y tras tener descendencia. Tienen en Sri Lanka la tumba de Jesús. Hoy día la secta tiene seguidores en Londres, Berlín o Los Ángeles. Son pacifistas. 7- Elías temió: Llegamos al lugar del monte Carmelo en que Elías rivalizó con los cuatrocientos sacerdotes de Baal. En aquel tiempo muchos hebreos se habían convertido al culto de Baal. Elías les advertía a todos que eso era pecado, y que debían volver al culto de Yahveh. No es de extrañar, sin embargo, que muchos hebreos se hubieran convertido a dicho culto, pues Baal era el señor de las cosechas, y los campesinos le rendían culto por si acaso les favorecía. El lugar del desafío entre Yahveh y Baal es una ladera con rocas en las que es difícil sentarse. No obstante, nos acomodamos como podemos y nos disponemos a oír una charla del pastor. Roberto Velert aquí nos explica la situación en que sucedió la escena de ese conocido desafío. Ante la pujanza del culto a Baal y para demostrar que éste era un dios falso, Elías había desafiado a los sacerdotes del falso dios a un duelo de dioses. Aquel de los dos dioses, Yahveh o Baal, que fuese capaz de quemar la leña para el sacrificio de su altar sin ayuda humana, lanzando un rayo milagroso o por cualquier otro medio sobrenatural, sería el dios verdadero. Había que imaginárselos aquí, en el borde de este precipicio: por una parte, Elías, ante un altar, y frente a él los cuatrocientos sacerdotes del dios rival, con sus vestiduras, ante otro altar. Sin duda, también habría gran concurrencia del pueblo, que querría saber en qué paraba ese desafío y cuál era más poderoso: Baal o Yahveh. Elías, galantemente, dejó en primer lugar que los sacerdotes de Baal invocaran a su dios. Éstos comenzaron a gritar: “¡Baal, Baal!” una y otra vez, pero no pasaba nada. Elías, confiado, orgulloso, les increpó: “¿Qué pasa, está dormido vuestro dios?” (la traducción se ha suavizado, porque en realidad decía: “¿está cagando vuestro dios?”). Acabado el turno de los sacerdotes de Baal sin éxito, llegó el de Elías. Confiando ciegamente en Dios, ordenó que mojaran la leña del altar, que estuviera bien empapada de agua. Estaba tan convencido del triunfo de Yahveh que se permitía ponerle dificultades, pues sabía que Dios es todopoderoso. A continuación, sin gritos, hizo una sencilla oración a Dios y cayó un rayo que consumió la leña, mojada y todo como estaba. Enseguida Elías mandó al pueblo que matara a los cuatrocientos sacerdotes, que fueron violentamente asesinados. Ese fue el momento glorioso de Elías. Pero a continuación, concretamente en el capítulo 18 y primer versículo del 19, se cuenta que, cuando llegan a Jezabel, mujer del rey Acab, las noticias de la muerte de sus sacerdotes, ésta lanza la amenaza de que va a matar a Elías. Aterrorizado, Elías sale huyendo. Sabe del poder de la reina y cree que está ya condenado. Busca refugio en la montaña, en la sierra del Carmelo. La tradición sitúa su cueva, la cueva en la que se esconde, en la mismo lugar donde hoy se encuentra el monasterio carmelita (por eso ahí está su imagen, justo debajo de la de la Virgen). Durante un tiempo, Elías no se mueve de la cueva. Está agotado y arrepentido. Está agotado, o mejor dicho desesperado, porque se sabe perseguido, y no sabe cómo huir de la muerte, y está arrepentido porque sabe que la muerte de los sacerdotes ha sido un crimen. No obstante, Dios le habla, pero no para echarle un sermón y decirle que ha obrado mal, eso es lo que nosotros hubiéramos hecho. No le reprende, por el contrario, sabe que lo primero que tiene que hacer Elías es recuperar fuerzas, pues a una terrible depresión se le une una extrema debilidad que le hace ver todo negro. Por eso, Dios le dice a Elías que coma y beba. Y aparecen milagrosamente comida y bebida suficientes para saciar su sed y su hambre. A continuación Elías se duerme, pues está agotado. Dios es así, no es un Dios que nos lanza sermones cuando no podemos responder a ellos, sino más bien alguien que se fija en nuestras necesidades corporales. Primero se cuida de atender el alma y después el espíritu. Así, cuando Elías despertó, Dios le habló y le preguntó por qué estaba así. De nuevo tenemos a un Dios atento, que una vez que Elías está bien físicamente intenta que descubra por sí mismo cuál es el motivo de su pena. Elías reflexiona. Se da cuenta que ya no le afligen el hambre, la sed o el cansancio, pues esos ya los ha suplido Dios. El Señor le vuelve a preguntar: “¿Qué tienes? ¿Por qué temes?” Ahora, Elías puede reflexionar sobre su miedo. Dios le enfrenta a su actitud: le dice que no debe estar temeroso, pues el miedo provoca que nos centremos egoístamente en nosotros mismos. Debe, por el contrario, prepararse para el camino, para actuar. Por último, le anima, porque le dice que hay siete mil que van a ayudarle en esa lucha. El enfrentamiento con sus miedos permite a Elías estar preparado para la lucha y recibir con gozo la noticia de que no está solo en la lucha contra la idolatría. El culto a Baal resulta repugnante a nuestros ojos hoy en día porque sus sacerdotes aconsejaban, para saber si la cosecha iba a ser buena, acostarse con una concubina. Si la concubina se quedaba embarazada eso significaba que la cosecha iba a ser buena. El pueblo creía en esas supersticiones, pues no exigían nada de la gente, todo estaba en manos de Baal y la concubina. Pero Elías exigía más, exigía confianza en Dios y esperar en él, y eso es difícil. Sin embargo, podemos ver lo que traía como consecuencia el culto a Baal y lo que ha traído el culto a Yahveh. Desde luego, el Dios judío resulta más comprensivo y amoroso con sus criaturas. Por sus frutos los conoceréis, nos dijo también Jesús, y qué razón tenía. 8- The Scots Hotel y la noche galilea: Nos dirigimos a Tiberíades, junto al lago de Galilea, por fin. Nos alojamos en The Scots Hotel St. Andrew’s Galilee, un hotel de lujo con un elegante aire europeo (escocés), un hermoso jardín con vistas al mar de Galilea (donde anduvo Jesús), donde te puedes tomar una copa o lo que sea sentado en una elegante mesa y servido por un no menos elegante camarero. Al otro lado de la calle, y unido a las dependencias del hotel por un puente, hay una preciosa piscina. Todo esto lo cuento porque prácticamente no lo vimos, más bien lo intuimos. De hecho, yo me enteré de la presencia del jardín y la piscina, con toda la maravillosa vista del lago de Galilea justo la noche antes de marcharnos del hotel. La única foto que tengo del mismo es la de un teclado de ordenador en cuyas letras se combinan los alfabetos latino, cirílico y hebreo. Curioso, pero insuficiente para hacerse una idea de la elegancia del hotel, mucha de la cual, como digo, intuimos más que vimos. Salimos por la noche un rato a ver el ambiente. Numerosos grupos de jóvenes se reunían en torno a los bares, terrazas y zonas de ambiente del puerto. Tiberíades parecería una ciudad mediterránea de vacaciones más de no ser porque muchos de sus visitantes eran inequívocamente judíos ortodoxos, vestidos con ropas largas y pañuelo en el caso de las chicas, y con sombrero o por lo menos el gorrito que les cubre el cogote, la “Kipá”, en el caso de los hombres. Algunos de ellos, puesto que vestían pantalones negros y camisa a cuadros me recordaban a labradores del campo a los que se les hubiera encogido la boina (que es lo que me parecía entonces la kipá). Tiberiades es una ciudad mitad religiosa, mitad de vacaciones. Allá van los judíos ortodoxos y sus hijos a pasar una semana de vacaciones a la orilla del mar. Es por eso que había tantos. Cerca del hotel, en un recodo de la calle, los jóvenes hacían auto-stop. El gesto para el auto-stop no es igual que aquí, con el pulgar hacia arriba. Ellos, en cambio, extienden la mano en ángulo ligeramente inclinado hacia el suelo y vuelven la palma extendida hacia abajo. Nos dio la impresión de que ese acto de hacer auto-stop se hacía con mucha naturalidad, sin miedo de que te pudiera secuestrar o hacer daño el que te recogía. De hecho a nosotros en una ocasión que pasábamos al lado de donde estaban haciendo auto-stop se ofrecieron a llevarnos. Como se ve, hay completa confianza en el prójimo. Constantemente salen del puerto unos barcos-discoteca en los que la gente baila y se divierte durante un breve trayecto por el lago. El barco, tras dar una vuelta a la luz de la luna y con la música a tope, vuelve a puerto. No puede ir muy lejos, porque el Líbano está en la otra orilla. Nos encontramos a un grupo de chavales que acababa de salir de uno de esos mini-cruceros. Susana les hizo una foto haciendo el gamberro y enseñando orgullosos sus tickets. Siempre fue un misterio para nosotros si los jóvenes judíos se emborrachaban como los nuestros en botellones o lo que se estile por ahí. Nosotros creíamos que no podían beber, por ser judíos ortodoxos, pero a más de uno lo vimos cuando menos alegre. Por su parte, el guía, Damián, nos aseguraba que no tenían prohibido beber. Sin embargo, nos resultaba difícil imaginárnoslos bebidos con sus trajes tan serios y sus caras tan formales y de niños buenos. En todo caso, Tiberíades tenía algo que me hacía pensar que podía estar en cualquier sitio del mundo y, por tanto, en casa. Ni el aspecto de la gente, aunque había muchos judíos ortodoxos, borraba esa sensación. Los chicos y chicas que veía podían haber sido españoles. Había, incluso, algunas chicas en las que me fijé, muy morenas, que me recordaban a las gentes del sur de España, de Andalucía, incluso parecían gitanas y no eran muy diferentes ni por su aspecto ni por sus vestidos a como son algunas de las que vienen a la iglesia de Filadelfia de mi barrio.
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